El gallego que vivió en ocho países y ahora hospeda viajeros en Terranova

YES

Pablo y Paula frente a la casa hotel en la que viven en Terranova, Canadá
Pablo y Paula frente a la casa hotel en la que viven en Terranova, Canadá

Después de vivir en Dinamarca, Namibia, China, Vietnam, Etiopía y el Reino Unido, Pablo Martínez ha montado un alojamiento en Canadá en el extremo más al este de Norteamérica

30 abr 2024 . Actualizado a las 16:46 h.

La relación entre España y Terranova tiene más de 500 años de historia. En el siglo XVI se realizaron las primeras travesías de pescadores a una lejana y fría tierra en busca de bacalao y ballena, un mercado en el que Galicia tuvo siempre un gran protagonismo. Caión fue uno de los puertos balleneros más relevantes de esta historia marítima, y cerca del puerto larachés creció Pablo Martínez, un gallego que, después de vivir en ocho países diferentes, se ha asentado en Bay Bulls, un pueblo pesquero de unos 1.500 habitantes de la provincia de Terranova y Labrador, en Canadá

A él le gusta explicar que el pequeño alojamiento que ha montado con su mujer Paula, canadiense, está en el punto más al este del continente norteamericano; porque es un dato que, además de ser anecdótico, le une a su tierra, Galicia, situada en el punto más al oeste de Europa. «Parece lejísimos, pero en realidad estoy a solo cinco horas en avión de Londres, y de ahí en dos más ya estoy en casa», explica por videoconferencia.

Nada que ver con las más de quince horas que le llevaba llegar a casa cuando vivía en Vietnam, Tailandia o Etiopía. Porque este carballés de Baldaio que en enero cumplió 50 años lleva en su mochila una gran cantidad de experiencias vividas en todos los países en los que ha trabajado. Estudió Ciencias del Mar en Vigo y se fue de España por primera vez en 1999, cuando trabajó para el Gobierno danés; de ahí pasó por Namibia y por China —donde conoció a su mujer—; en todos estos lugares trabajó en empresas vinculadas al comercio del pescado. Años después, cambió este producto por el café y vivió en Vietnam, donde trabajaba para una compañía cafetera española, que después le ofreció un puesto de director comercial en Madrid. El siguiente destino fue Etiopía, «el país donde nació el café», recuerda, donde trabajó como consultor dos años más; y después, Londres, donde les pilló el 2020 y la famosa pandemia del coronavirus. «Siempre teníamos la idea de terminar asentándonos en Canadá, pero el confinamiento fue clave para tomar la decisión», recuerda; aunque arreglar los papeles para su traslado les llevó un año y medio más, a pesar de que Paula tiene nacionalidad canadiense.

El sueño de ambos era encontrar una casa en un lugar apartado, comprarla y convertirla en un bed & breakfast, un alojamiento para turistas que no fuera excesivamente grande y en el que ellos mismos vivieran. Pero, conscientes de que era una apuesta arriesgada que igual tenían idealizada, el primer paso fue buscar un negocio similar ya montado donde pudieran trabajar como empleados durante un tiempo, para ver así si realmente era la forma de vida que deseaban. Lo encontraron en Alert Bay, una pequeña isla al norte de Vancouver, en British Columbia, conocida por sus espacios naturales y porque allí aún persiste la comunidad indígena de los Namgis. Trabajaron en un establecimiento hotelero durante dos temporadas, en las que pudieron conocer el negocio para después ponerse a buscar el suyo propio, aunque su idea era buscarlo más hacia la costa atlántica y no en la zona del Pacífico, donde se encontraban. 

En busca del lugar ideal

Así que en febrero del 2023 cogieron el coche en Vancouver y fueron recorriendo el país en busca del lugar de sus sueños; y lo encontraron en Bay Bulls, en Terranova. «Llegamos hasta aquí y nos encantó el sitio, este hotel en particular; es un lugar muy remoto, pero hay muchas cosas por hacer». Lo compraron y regresaron a Alert Bay, donde tenían trabajo hasta agosto, para después hacer las maletas hacia su propio negocio. La ubicación de Terranova, cerca de Groenlandia, hace que la temporada turística quede enmarcada entre los meses más cálidos. «Eso nos permite trabajar seis meses al año y tener los otros seis para viajar, volver a Galicia y a todos los lugares donde hemos vivido y aún mantenemos grandes amigos», explica Pablo; porque además, aunque lleva un cuarto de siglo fuera de su tierra, sigue volviendo todos los años a Baldaio, y este negocio le permite pasar en casa de sus padres dos o tres meses al año.

Pablo y Paula están asentados en su hotel, The Bread and Cheese desde el pasado agosto. Es una casa grande con las paredes rojas situada frente al mar y que cuenta con cinco habitaciones. Ofrecen alojamiento y desayuno, y tienen también un restaurante muy familiar, porque consiste en una mesa corrida en la que caben una docena de comensales y donde ofrecen un menú cerrado: «Los productos son de aquí, pero los cocinamos de una forma más sofisticada, nos hemos traído un poco de la gastronomía gallega y de su forma de cocinar», confiesa. Porque además reconoce que los productos en los que se basan los platos típicos de allí —el bacalao, el arenque y la caballa, pero también el lacón, los grelos, las carnes saladas, el repollo o las patatas—, le recuerdan mucho a los de su Galicia natal.

«Lo que nos gustó de esta zona es que hay poco turismo y poca competencia», explica; y la prueba es que, a punto de empezar su primera temporada fuerte, ya tienen entre el 70 y el 80 % de las reservas cerradas desde ahora hasta agosto. La mayor parte de los huéspedes vienen de la propia Canadá o de Estados Unidos —«muy poquitos europeos, y los que tenemos vienen de países del norte, Alemania, Holanda o el Reino Unido», explican—. De hecho, por el momento solo una pareja española está entre las 400 reservas que tienen para este verano, aunque él confía en que pueda ir algún gallego en el futuro: «Esta región tiene una historia increíble con Galicia, pero que aquí se desconoce completamente, y allí tampoco es que se conozca mucho», reconoce. Se refiere a la vinculación marinera: «Mis padres viven en la Costa da Morte y muchos vecinos vinieron aquí a pescar, aunque es cierto que pocos pisaron tierra», reflexiona. En cualquier caso, asegura que la economía local del lugar donde vive se basó durante décadas en el comercio del bacalao de las zonas pesqueras de todo el norte de España. Pero ni siquiera el naufragio del Villa de Pitanxo, en febrero del 2022, tuvo mucha repercusión mediática, debido a que los barcos españoles que fondean en aquella zona no descargan allí, pese a la cercanía de la costa. Pablo Martínez sí recuerda, por ejemplo, las noticias del submarino Titán hundido en junio del 2023 con cinco turistas a bordo, dado que en ese caso la embarcación salió del puerto de San Juan de Terranova

A veces miro a la costa y pienso que no es tan diferente a Camariñas, con la diferencia de que esto es más salvaje”

«A veces miro esta costa y pienso que no es tan diferente a Camariñas o a Estaca de Bares, con la diferencia de que esto es más salvaje; miras alrededor y no ves nada a varios metros a la redonda», explica este carballés que conoce medio mundo y que recomienda visitar esa parte del globo a viajeros amantes de la naturaleza y del senderismo. Allí pueden disfrutar del mar, del avistamiento de ballenas, de frailecillos y aves. El hotel se encuentra en un pueblo pequeño en el que se sienten bien acogidos, aunque reconoce que el carácter local tiende a ser cerrado, debido en parte a la meteorología, «pero son muy acogedores», asegura. Recuerda cómo estos pueblos albergaron a cientos de personas que viajaban en los aviones que tuvieron que aterrizar de emergencia en esta zona tras los atentados del 11S. «No hay cultura de bares, pero se reúnen en casas donde comen juntos y tocan la guitarra», explica. Y anima a los gallegos a conocer este enclave donde, asegura, se sentirán como en casa gracias a «ese trasfondo histórico bucólico que les une».